AMA es una fundación sin fines de lucro dedicada al arte contemporáneo. Desde su inicio en 2008, nuestra misión ha sido apoyar la producción, difusión e investigación en torno a las artes visuales.

 

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Desde su establecimiento en 2001, el objetivo primordial del ICAA ha sido el de poner a la disposición de la comunidad global (de modo gratuito) aquellas fuentes primarias que han sido clave para el estudio de las artes plásticas y visuales en los ámbitos tanto latinoamericano como latino. Dicha meta nos condujo a montar un archivo digital de más de diez mil fuentes representativas de países tales como Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, México, Perú, Puerto Rico, Uruguay, Venezuela y las comunidades de origen latino en los EE.UU. Tan ardua tarea no hubiera sido posible sin el dinamismo asociativo con otras instituciones (fundaciones, universidades y centros de cultura) a todo lo largo del continente. Tales vínculos contribuyen como capital simbólico, tanto en lo creativo como en lo intelectual, a los objetivos previamente fijados para el proyecto mejorando con ello la calidad y alcances de las fuentes que configuran el acervo digital. Es por ello que el ICAA se siente honrado de entablar un diálogo asociativo con la Fundación AMA en la investigación y procesamiento de importantes fuentes primarias referentes a los siglos XX y XXI del arte producido en Chile. Tal participación nos ha permitido completar y expandir el trabajo llevado a

El Museo Nacional recibió cintas que registran las performances e ideas del pionero chileno del Body Art. La donación fue hecha por la familia. Vía El Mercurio Volvió a Santiago en 1996, después de haber hecho buena parte de su carrera en Italia y Estados Unidos, y venía cargado de experiencias. Siempre basándose en su vida y cuerpo, Francisco Copello (1938-2006) hacía grabado y collage. Pero sobre todo se definía como performista, mimo, bailarín. En Nueva York trabajó con Laura Dean y Robert Wilson, y en Chile era considerado precursor del body art, con obras que cuestionaban nuestra identidad, citaban la cultura de masas y representaban cuerpo travestidos. "La última cena" (1971), "El mimo y la bandera" (1975) y "Lina Tumer" (1983) quedaron como algunas de sus acciones icónicas, aunque en su momento no recibieron una valoración acorde del medio. Aquí, el reconocimiento empezó a crecer a fines de los 90. O incluso después de su muerte. "A veces se necesita que pase tiempo para que renazca el interés frente a ciertos movimientos y prácticas artísticas. Así son los procesos. En el caso de Copello, que es un pionero, creo que llegamos al momento de la revalorización", comenta Paul Birke. El arquitecto y